En Colombia, los de hoy no
tienen los goces de niñez y adolescencia con juegos callejeros y tempraneros, de
inocencia y a la vez de felicidad instalada en el recuerdo convertida en
añoranza, como lo tenemos los mayores. Es gratificante encontrarse un amigo de
“hace años” y rememorar los años maravillosos. La mente se nos vuelca hacia el
juego de “escondido -así lo seguimos pronunciando-, la golosa, la gallina ciega,
las bolas o canicas”, y otros de larga lista.
Igual
con la música. Nos tocaron, bien tocados, los talentos en buenas orquestas, las
de “aquellos diciembres”, y los cantantes de canciones en pulcra letra
romántica, haciendo del romance algo -elegante, bonito- palabras hoy en desuso
y acreedoras de lo cursi.
Fuimos beneficiados con la
novedad de la tele y asombrados por el advenimiento de ella a color y la
transformación del entretenimiento en múltiples canales, hasta lo que vemos
hoy.
En la tv, fuimos capturados
por programas de juegos inocentes. A ellos no se les llenaba hablando mal de
figura alguna; tan solo un personaje como Pacheco, nos daba una cita, de hora
obligada a cumplir, a quien quisiera entrar a la música, con -compre la
orquesta-, a las risas -quiere cacao-, o a lo variopinto en lo banal- animalandia-;
así, mucho más.
A nuestra generación, le queda poco de la tv
colombiana, de aquello visto y gozado. Tan solo siéntase el vacío con otro que
se machó temprano, debiendo años de entretenimiento. Buen viaje J Mario.
Mario Salinas.
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