miércoles, 20 de diciembre de 2023

A LOS TREINTA DE MI FINADO PADRE.


Quien ahora está: - “su ausencia”-, desde la finitud de su vida, tiene treinta años y no se ha sentido así; parece que fue ayer, que haya pasado menos tiempo. En este lapso, ese algo o alguien, es de corta edad.

El llevar viviendo tres décadas sin ese bastión del hogar, es como si al cuerpo de la vida le hubiesen quitado uno de sus miembros – parecido a cercenarle un brazo- y que, ese cuerpo, quisiera la fuerza de vivir de la mejor forma posible, sin desmentir que le falta algo en su diario percibir. Lo sigue sintiendo, así, como un miembro fantasma que se mueve, que aún parece estar ahí y se manifiesta como un calambre -de inexplicable dolor-, uno que se hace sentir como diciendo: ¡Yo sigo aquí!

Aunque las palabras quedan cortas al recordar que nuestra familia conmemora hoy - 10.950 días- sin su jefe de hogar, estos grafos pretenden rendir un sentido homenaje al buen ser humano, quien siempre estuvo al lado de su esposa - nuestra amada mamá -; a él, quien nos sostuvo, protegió y respetó, a ése que fue leal a su hogar.

A pesar de sus humanas grietas, nunca se filtró por ellas una gota de maldad, siempre fueron fuentes para construir y hacer; solo de cosas para recordarlo bien. De él, tiene nuestra nueva generación, la nostalgia de decir que: “Un gran abuelo se han perdido nuestros nietos, los que no lo conocieron”; porque él fue amplio con todo y todos en su existencia, más no lo fue la vida con él, pues le fue pacata, no le regaló más años, como a otros. Y, nosotros, los seis hijos, solo tenemos para avivar: ¡Qué papá tuvimos!

Te amamos, así ese reemplazo llamado “ausencia” saque canas de vejez.

Papá. Jorge Salinas.

 

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